CERDO

Ayer fuimos a Mawi, una ciudad a tres horas de baches, barro y sabana, donde teníamos una reunión con un representante del gobierno de la zona.

A la hora de comer fuimos a uno de los restaurantes de la ciudad, sólo había un plato así que la elección fué fácil. Me explicaron que era cerdo, me pareció bien; por aquí hay muchos, de esos negros enormes. Muchas veces me preguntan si en mi país comemos cerdo, yo les explico que sí, que nos gusta mucho y que nos comemos todo, hasta las orejas y que lo cocinamos de muchas maneras distintas.

Cuando llegó el plato había muchos trozos de carne, aparentemente fritos y rehogados, con una especie de salsa hecha de aceite y tomate. El primer trozo de carne lo reconocí enseguida, era hígado. Sonreí y les dije que ya sabía que parte del cerdo era, me sonrieron y me dijeron que era todo el cerdo. Efectivamente, había trozos de riñones, de zonas como del lomo, de tripas, de morro... así es como cocinan, o mejor dicho, como estropean el cerdo aquí. Lo cogen enterito, lo deshuesan, lo trocean en trozos de unos dos o tres centímetros y lo rehogan con un aceite malísimo. Una lástima, la verdad. Yo cuando los veo sólo pienso en los jamones.

Creo que voy a seguir siendo básicamente vegetariana.

Por cierto, me comí casi todo, obviamente con los dedos. Intenté evitar lo que reconocí como vísceras, no es que no me guste la casquería, pero sin confundir los términos: las gallinejas en el bar de Vallecas en compañía de mi hermana, los riñones al vino, las asaduritas con tomate y un poco de arroz blanco, y el hígado o frito con buen aceite de oliva o encebollado y todo esto, por supuesto, preparado por mi madre. Por cierto, hoy es su cumpleaños.