Mi segunda malaria desde que llegué.
Estamos al lado del Nilo, así que a pesar de la manga larga y el repelente es imposible evitar los mosquitos. Ha empezado como la primera vez, con malestar en el estómago, dolor en las articulaciones y fiebre. La primera noche la paso yendo a la letrina, que está a 100 metros de mi cabaña, y como muchas noches, hay una gran tormenta tropical, así que levantarte a las cuatro de la mañana con 40 de fiebre y cruzar el jardín no es lo que más apetece, pero el estómago no deja elección. Todo está embarrado y hay enormes charcos en los que no queda más remedio que meter los pies hasta los tobillos, voy en chanclas porque no quiero tener las zapatillas mojadas al dia siguiente, esto tampoco ayuda ni a la fiebre ni al hongo que tengo en los pies desde hace varias semanas, en fin, saludo a las ranas que hay cerca de la luz comiendo moquitos, llego a la letrina, que no es precisamente el mejor sitio donde pasar el rato, y vuelvo a la habitación, me cambio porque estoy completamente calada, no, no tengo paraguas, a veces me pongo el barreño que uso para lavarme en la cabeza, asi que el cuadro es estupendo, el guarda me saluda y se parte de la risa, yo también. Me meto en la cama, y a los cinco minutos mi inconsciente barriga decide que hay que repetir el proceso....pufff.
Amanece un nuevo día, sol, pajaritos, fiebre y dolor de cabeza...a la clínica a que me hagan el test.
Cojo mi cuaderno, donde los médicos apuntan todo, es un cuaderno de cole, de cuadros grandes de matemáticas, con las tablas de multiplicar y pitágoras en la contraportada, lo compré la otra vez que tuve malaria. Llego a la clínica, está llena, muy llena de gente esperando sobretodo mujeres y niños, algunos llorando y otros demasiado quietos, la sombra está llena, así que muchos están sentados al sol, en el suelo, paso por encima de una princesa de cuatro años que está durmiendo en una estera de bambú en mitad del pasillo; por llegar en 4x4, ser de una ONG y blanquita me cuelan, lo cual me hace sentir mucho peor que la malaria, voy de una habitación a otra, y todo el mundo me cede el paso y el asiento, incluso el médico sale de su consulta para acompañarme a la analítica. Me pesan, la báscula marca 15 Kg, el enfermero se ríe ante mi sorpresa, me dice que está un poco mal la báscula pero que no hay problema, hace una cuenta y apunta en el cuaderno 70 Kg, ni tanto ni tan poco...me pinchan haciéndome mucho más daño del que hace falta para sacar una gotita de sangre de mi dedo gordo y lo ponen en un predictor, a los 10 minutos me enseñan la rayita roja, tengo malaria. El médico me hace una receta para un medicamento que me dan gratis en la clínica, pero me explica que es muy agresivo, que mejor vaya al mercado y compre otro de mejor calidad, le hago caso y compro por menos de un euro el tratamiento, 8 pastillas al día durante tres días.
Me vuelvo a casa, organizo algunos papeles, arreglo la habitación, hago la cama y preparo todo, porque en cuanto me tome la primera pastilla sé que voy a caer KO, el tratamiento es mucho más agresivo que la malaria. Como estoy malita me han traido dos tetrabricks de zumo de manzana, no se de dónde los han sacado, pero sé que es muy caro y poco corriente. Ahora ya estoy mejor, sudando como un pollo pero trabajando en la oficina.
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